Madrugada

LAS PLAÑIDERAS,

SOLEÁ, DAME LA MANO,

UN DÍA Y OTRO MÁS







LAS PLAÑIDERAS
José María Jurado García-Posada

Sumidas en tiniebla, bajo un arco de fuego, transitan las oscuras suplicantes por las remotas calles del dolor. No hablo de la niña de los ojos traslúcidos, prima hermana del cedro, mecida por el sol, sino del coro negro de las madres reales, con puñales de droga y cárcel en el pecho, con el cáncer cosido al corazón, que avanzan por la noche bajo un palio extrañísimo y la cara quemada por la cera. ¿De qué tragedia griega sepultada en el tiempo ha venido este coro de estatuas plañideras, de ménades abiertas en canal? Han cambiado el morado de los viernes de invierno por la túnica oscura de la pena absoluta, hecha de plásticos rotos, de bolsas de basuras y sagrados conjuros que tienen que cumplir.

Hasta más no Poder.



SOLEÁ, DAME LA MANO
Ramón Simón García
A mi madre, María García Vigneau

Andar lo desandado.

El río, un puente, el barrio.
Una calle de Triana.
Los naranjos a flor
de piel. El dulce hogar
de la casa, tu casa.
                             
El balcón, los geranios,
el jilguero, una jaula.
La azotea, la ropa
de los hijos tendida
bajo el cielo de marzo.
El cuarto en la penumbra
de mi madre. La peina
oscura y bien calada.
La mantilla, el vestido
reservado y sencillo,
y el rosario en la mano.
El antiguo poema
recitado al revés
por el dolor de tu
ausencia.
                                                 Soleá, dame la mano.



UN DÍA Y OTRO MÁS
Juan Antonio González Romano

Un día y otro más. Siempre lo mismo.
Desnudo de creencias y de asombros,
sin poder soportar sobre mis hombros;
la sombra permanente de mi abismo.

Dejé detrás de mí viejas verdades,
mañanas infantiles de domingo,
y ahora aunque lo intento no distingo
mentiras, ilusiones, realidades.

A veces, sin embargo, me resisto
a creer que creer ya no es posible
y por eso me aferro a la increíble
certeza de los ojos de mi Cristo.

Y no sé si me engaño o me convenzo
cuando busco que el curso de tu río;
encauce este dolor que es tuyo y mío,
Padre Nuestro, que estás en San Lorenzo.


© de todas las fotos: Ramón Simón García


Dedicado a nuestro hermano mercurial José Miguel Ridao. ¡Ánimo!

Comentarios

  1. Precioso el cuadro impresionista, Ramón. Tremendas cuartetas, Juan Antonio. Enhorabuena.

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  2. Muchas gracias, José María. Y enhorabuena a Ramón y a ti por vuestros textos.

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  3. Gracias, José María y Juan Antonio.
    Hondura y lirismo en estado puro...Hermosa prosa, José María.
    Poema contenido, profundo, con un verso final impecable, Juan Antonio.
    Enhorabuena a los dos.

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  4. Preciosos los tres textos. El primero es impactante porque sus imágenes son intrépidas y emotivas; el segundo es delicado e íntimo, con un final precioso, y el tercero es intrépido y emotivo; y el tercero representa muy bien la fe del hombre de hoy, con un final también estupendo.

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